¿A qué llamamos hogar?




Me pregunto constantemente cómo sobrevivir ante el mundo y su despiadado andar, que se ha multiplicado en voracidad al diluir los momentos en el acelere del tiempo.

Los rituales del día a día como despertar, preparar el desayuno, arreglarse, salir, transportarse, trabajar y una serie de actividades que ya están programadas en el día a día nos dejan un porcentaje mínimo de tiempo real de nuestra vida.

En un sentido ambiguo  la vida se compone de todas esas experiencias, pero de ellas al  tener elección solo escogeríamos algunas.

Por ello los momentos que estás en casa son tan importantes, ese café de la mañana, hacer la cena por la noche, recibir amigos los fines de semana, cocinar juntos; servir un banquete con todos los elementos necesarios: ingredientes, vajilla, copas, mantel decoración etc...



Es en este momento donde todo el esfuerzo que haces por mantener un nivel de vida debe ser recompensado, ¿Cómo?

Con los espacios y accesorios que te brinden confort y placer estético en tus momentos.

Una película en pareja se disfruta más cuando las sábanas invitan a recostarse en un colchón tan cómodo que es difícil levantarse de el.

Un buen baño en la mañana puede ser el detonante para tener un buen o mal día, comodidad, funcionalidad, confort...

Elementos básicos como agua caliente, una regadera que funcione bien, una tina, toallas suaves, un espejo de baño que no se empañe, tus objetos personales acomodados en un mueble práctico.



O en la noche, cuando dejas atrás los papeles, todos eso que te aqueja y llegas a casa para encontrarte con la mesa puesta, la vajilla luce impecable y dos velas sobre un candelabro adornan creando un ambiente romántico, al centro una botella de tu vino predilecto posa sobre una base que la hace lucir en toda belleza, el brillo de los cubiertos refleja el fuego, desde la cocina emerge un aroma a especias y escuchas el hervor de las cacerolas, a un costado un florero de cristal te recuerda porque tus flores favoritas son rojas, mientras la música suena y te das cuenta lo afortunado que eres por tener un gran amor,  que te ha preparado una velada romántica de la nada un martes cualquiera.




Es en ese momento cuando el ruido, el tráfico, el bonche de papeles en tu escritorio, todas esas personas con las que tratas y que se visten de monotonía en actos ordinarios, las cuentas por pagar, la comida del perro, la luz, el teléfono, la lista del super y todas esas pequeñas cosas que son parte de esa presión constante en tu cabeza, desaparecen; mientras piensas en que bueno que compraste ese juego de sábanas negras de seda.

Alfredo Cordero
para Expo Casa y Jardín







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